Las espirales del tiempo

16 Feb Las espirales del tiempo

Anoche comenzó la segunda temporada de El Ministerio del tiempo, un esperado retorno a nuestras pantallas que no defraudó a sus, cada día más numerosos, seguidores consiguiendo uno de sus mejores datos históricos de audiencia. La serie creada por los hermanos Olivares volvió fiel a sí misma, explotando su esencia para vencer a la competencia y convencer al público.

Nada más acabar el capítulo escribí en twitter que había sido un episodio redondo de una serie en espiral. Y es que está es la principal virtud de el Ministerio del Tiempo, una ficción capaz de introducirse en los diferentes niveles de la Historia con asombrosa facilidad, para sacar todo el jugo narrativo que encuentra en ellos. La imagen perfecta de esta espiral sería un sacacorchos adentrándose más y más en el tapón para conseguir destapar el tarro de las esencias.

La espiral está más que presente en la estética de la serie, con esa imponente escalera que baja hasta las puertas del tiempo apareciendo en cada capítulo. Y también encontramos espiral en las tramas y guiones. Anoche, sin ir más lejos, recorría el episodio un running gag sobre el ADN; ADN que se organiza en cadenas con forma de doble espiral girando una sobre la otra. Y de eso, precisamente, va el Ministerio del tiempo: de girar sobre sí misma para retorcer un poco más el relato con otra vuelta de tuerca. Ejemplo perfecto de ello, también de este primer episodio de la temporada, es ver a Spínola (interpretado por Ramón Langa) citar al Jonh McClane de La jungla de cristal (doblado al castellano por Ramón Langa) plantando batalla al grito de: «Yipikayey hideputas!». Y no es el único caso que vimos: desde Julián atrapado en un bucle (una espiral que se cierra sobre sí misma) emocional, por la muerte de su esposa, y físico, en una puerta que le conduce al mismo sitio por el que entró, a Salvador elucubrando con que existiese una serie de TV sobre el ministerio.

Javier Olivares y su equipo de guionistas (renovado y ampliado este año) saben bien que su empeño por horadar la historia con «H» mayúscula sólo funciona si en el camino hacen lo propio con la historia de la cultura popular, con la intrahistoria de la propia serie y de sus personajes y con la historia de amor apasionado que la ficción vive con sus seguidores (mediante un desarrollo transmedia cada vez más sólido y efectivo).

Cada una de estas capas del relato gira y gira sin cesar, espirales danzarinas que van cogiendo fuerza hasta convertirse en un torbellino dispuesto a arrasar con muchos de los viejos preceptos de la ficción española. Y si no, demos tiempo al tiempo.

 

Hasta que nos leamos.

Javi Jaureguin
juanmaruiznarvaez@gmail.com
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