24 Jul Copiando las telemetrías
A muchos de vosotros quizá no os suene de nada esta expresión proveniente de la Fórmula 1. La telemetría es una tecnología que permite la medición de magnitudes físicas a distancia (podéis leer más sobre el tema aquí); la frase del título hace alusión a las ocasiones en que un piloto imita la táctica y manera de conducir de su compañero de escudería para mejorar o, al menos, igualar sus resultados.
Parece que este fenómeno no es exclusivo de la alta competición del motor, en el campo de batalla televisivo, las distintas cadenas hace tiempo que parecen instaladas en la comodidad de copiarse tácticas de programación las unas a las otras y se echa de menos la capacidad de investigación, de asumir riesgos e innovar que había en los primeros años de la televisión privada.
De todos es sabido que España mantiene un horario de prime time distinto al del resto de occidente. La franja estrella del consumo televisivo en nuestro país empieza más tarde y termina más tarde que en ningún sitio, avalada por la creencia de que los españolitos cenamos a las tantas… Eso, que ha sido una verdad invariable, hace tiempo que no lo es tanto y en las grandes ciudades (que es donde se juega principalmente esta batalla por el share) se tiende cada vez más al horario de nuestros socios comunitarios. El común de los trabajadores madruga y entra a trabajar a unas horas que no aconsejan estar viendo la TV hasta bien pasada la media noche.
Analicemos el recorrido ideal para un canal generalista, suponiendo que el espectador comienza a verlo a las 9 de la noche: a esa hora encontraría el informativo, presunto intocable de la parrilla, que viene a durar unos tres cuartos de hora y desemboca en el programa de Access prime time. Otro calvario de 45-50 minutos de entretenimiento y/o humor que hemos de superar para ver el teórico plato fuerte (y ya van hora y cuarenta minutos en el contador). Si el programa estrella es una serie nacional, hablamos de entre 60 a 75 minutos de contenido a los que hay que sumar 15 o 20 de bloques publicitarios. Como pronto, el final del capítulo se alcanza a las 00:15 de la madrugada. De tratarse de una serie extranjera, como doblan capítulo y estos duran 45 o 50 minutos, la situación es peor aún. Si tenemos la mala suerte de estar viendo un programa de entretenimiento de gran formato (talents, realities, etc.) hay que sumar otro cuartito de hora a la duración del formato y otro bloque de publi, con lo que estamos más cerca de la una de la madrugada que de otra cosa. Sólo TVE y su ausencia de anuncios rebajan estos horarios demenciales, aunque únicamente en lo que se refiere a la hora de terminar el primer time.
La situación ha llegado a un absurdo tal, que cada vez tenemos que esperar más para ver el programa estrella (22:40 horas en casi todas las cadenas). Tanto los informativos como los formatos de acces han visto engordada su duración hasta rondar la hora; en el caso de los primeros, en gran parte por culpa por la cobertura deportiva y del tiempo, que se han convertido en miniprogramas casi independientes del informativo principal. En el caso de los programas teloneros, las cadenas han comprobado que en esa franja horaria hay muchísima gente viendo la TV, más que a partir de las 23:30, así que tratan de aprovecharlo estirando los contenidos del formato de acces prime time… lo incomprensible del asunto es que con un telediario más corto (los 30 minutos de toda la vida eran más que suficientes) y un acces más breve tendrían a todo ese púbico que no quieren dejar escapar viendo su programa estrella desde hace un rato y dispuestos a aguantar la emisión hasta el final, ya que éste se produce a una hora razonable.
El miedo a qué programar a partir de las once y media de la noche agarrota a las cadenas y les impide sacar el máximo provecho a las dos horas anteriores, las realmente fuertes. Y por el camino no se enteran de que el consumidor comienza a montarse la fiesta por su cuenta, harto de someterse al horario dictatorial de los canales. Cada día me llegan más testimonios de amigos y allegados que consumen su propio acces prime time mientras esperan al tardío comienzo del programa o serie que les gusta consumir en la tele. Si, me gusta ver “Gran Hotel” y lo voy a hacer en su emisión original, pero ni por asomo te creas que para ello me voy a tragar “el hormiguero” porque sí; me pongo un capítulito de “Breaking Bad” en Wuaki y me quedo tan ancho… y ahora corres el riesgo de que me enganche y decida ver algún otro más, dejando para mañana el visionado de “gran hotel” a la carta en tu web…
Ante este panorama de poca coherencia entre hábitos del público y oferta televisiva, lo lógico sería pensar que alguna cadena estuviera dispuesta a arriesgar programando de otra manera y variando la oferta de contenidos y horarios… pero nada más lejos de la realidad; nuestros grandes grupos audiovisuales se limitan a copiarse las telemetrías para minimizar sus pérdidas.
Se echa en falta los tiempos en que una cadena como Telecinco era capaz de programar a contracorriente y prescindir de los informativos, relegando éstos a una única emisión al filo de la medianoche (el mítico “Entre hoy y mañana” de Luís Mariñas). O las apuestas en ficción del antiguo Canal + en abierto (del que se suponía que Cuatro heredaba su espíritu y filosofía, aunque ya no quede rastro de ello) que nos regalaban una última hora de la tarde cuajada de excelentes sit coms americanas. Lo mismo ocurría cuando alguien se atrevía a innovar programando un formato made in late night en plena sobremesa dominical, como fue el mítico primer “Caiga Quien Caiga” (¿Alguien se imagina ahora a Wyoming en esa franja?). En aquella época teníamos posiblemente peores programas de televisión, pero había mucha más variedad y valentía que ahora.
Hoy, comprobamos a diario como La Sexta y Cuatro no dejan de copiarse los movimientos el uno al otro (desde los informativos deportivos a los magazines de actualidad en la tarde), vemos que entre Antena 3 y Telecinco se replican continuamente formatos de reality (el último y flagrante ejemplo, el mundo “piscina de famosos” vivido esta primavera o la actual fiebre por los formatos de cocina), asistimos atónitos a como en un país con casi 5 millones de parados las cadenas siguen pensando que por las mañanas sólo ven la tele las amas de casa, o al hecho de que la programación infantil haya desaparecido por completo de las parrillas generalistas, limitándose ésta a contenedores de series (en su mayoría extranjeras) en canales temáticos.
Habrá quien argumente que la llegada de la TDT sirvió para fragmentar audiencias y para dotar de contenidos a los canales especializados, pero eso no sirve para explicar el tema de las generalistas y el hecho de que todos los jugadores empleen la misma estrategia comercial. ¿Imagináis a los 5 restaurantes de una calle ofreciendo la misma carta de comida?, ¿Cómo puede uno ser mejor que otro si compite con exacto producto? Al final sucede lo que estamos viendo desde hace meses: diferencias de una o dos décimas entre cadenas rivales, derivadas de las pequeñas variaciones entre el gusto de unos espectadores al de otros.
Lo que yo me pregunto es: ¿No sería más lógico distanciarte de los competidores? ¿No es más eficaz comenzar a hacer cosas diferentes a ellos para ver si así se rascan puntos y no décimas de audiencia? El riesgo de fracaso está ahí, pero no es que con su táctica actual no exista (de hecho, y como siempre, la mayoría de programas y series que se estrenan fracasan); sin embargo, el margen de mejora es mucho, la posibilidades de que el público agradezca al fin una televisión distinta es clara… realmente ¿No merece la pena intentarlo?
En plena crisis, muchos nos pasamos el día hablando sobre las tablas de salvación del sector: que si el branded content, que si la narración transmedia, que si las social TV y la segunda pantalla… muchas buenas intenciones pero pocos, muy pocos, hechos por parte de los que a día de hoy siguen soportando la mayor parte del peso de la producción audiovisual en España. Una cadenas de televisión que se limitan a no correr riesgos, a copiar lo que funciona, a adaptar formatos extranjeros de éxito y a abaratar todo coste posible mientras siguen cerrando productoras y sigue desmantelándose el tejido industrial de nuestro audiovisual… ¿Y todo para qué? Para salvar unos datos de audiencia pírricos en comparación a los de antaño, en los que la separación entre éxito y fracaso parece estar ya simplemente en la barrera mental de los dos dígitos.
¿Para cuando alguien que dé un paso al frente y se atreva a hacer algo distinto?
Hasta que nos leamos.
martayseguidodeco
Posted at 16:03h, 24 julioCuanta razón!!