22 Sep PlebisILIcito parte 1.
No es lo normal que en este blog aborde temas políticos, aunque lo haya hecho alguna que otra vez en estos años (aquí y aquí). Pero en cierto modo todo esto de Cataluña tiene mucho que ver con el relato y el storytelling… así que, porqué no.
Y sobre todo porque me duele; me duele y molesta ver como la crispación, la irresponsabilidad y la sinrazón se hacen fuertes y consiguen dividir no solo a la sociedad, sino incluso a las familias y a los amigos; a buenas personas que se quieren y se han visto arrastradas por este relato de odio y confrontación dictado desde los poderes fácticos del sistema.
Estamos ante un asunto complejo y poliédrico así que en los próximos post intentaré ir exponiendo mis ideas sobre muchos de sus aspectos principales; espero que el conjunto no se haga largo y tedioso.
LA GRUESA LÍNEA ROJA.
A día de hoy el principal problema del denominado procés no es quien tiene más o menos razón ni quien defiende la causa más justa. Lo que de verdad importa y hay que atajar si o si es el ataque a la democracia que estamos sufriendo. Curiosamente ambas posturas acusan al contrario de falta de democracia, de golpe de estado, de violación de los derechos fundamentales de los ciudadanos… ¿Quién tiene razón?
A mi modo de ver es muy sencillo. La democracia es el pacto social que los ciudadanos libres de más de medio mundo nos hemos dado como sistema básico de convivencia. Esto es impepinable y cuestionarlo ahora sería retrotraerse al menos 100 años en la historia política y sociológica mundial. Dos de los pilares básicos de la democracia son A) la separación de poderes y el respeto a ello B) la capacidad de decisión de los pueblos a través de elecciones libres. En el caso que nos atañe, está claro que cada una de las facciones esgrime uno de estos dogmas democráticos como justificación suprema de sus actos. Ahora bien ¿Qué está por encima de qué? ¿Puede la ley reprimir la voluntad de voto de un pueblo? ¿El ansia de expresión popular justifica el delito? Reflexionemos un poco en torno a este escollo clave.
A día de hoy el pueblo catalán tiene y ha tenido en todo momento capacidad de votar y defender sus intereses en elecciones locales, autonómicas y nacionales. No se puede hablar de falta de libertad en absoluto. Los partidarios de la independencia deben aceptar democráticamente que en unos casos sus intereses han salido ganando (en el autonómico, donde menos del 50% de los votos controlan más del 50% del parlament) y en otros casos salen perdiendo (en el ámbito nacional, donde el partido hegemónico y que gobierna se niega en rotundo a atender sus demandas). Esto es así, es lo que hay. Para el independentismo, la únicas opciones democráticas ante esta situación son bien esperar a las siguientes elecciones para intentar cambiar el panorama parlamentario, bien moverse dentro del tablero político actual para buscar aliados capaces de romper la situación de bloqueo (máxime ante una realidad de gobierno central en minoría).
¿Alguien ha visto a los partidos independentistas animar a su electorado a que hagan un voto útil en las elecciones nacionales para aupar al poder a un partido dispuesto a organizar un referéndum de una forma legal? ¿Alguien recuerda verles sentados en una mesa con PSOE, Podemos, PNV u otros partidos dispuestos a promover una solución dialogada del escollo y presentar ofertas concretas que hagan al Gobierno si quiera pensar en ello?
No, porque desde el independentismo no se ha contemplado en ningún momento estas opciones y se elige una tercera, sacada de la manga, ilegal e irresponsable. La máxima de “volem decidí porque volem y nadie podrá impedirlo porque el pueblo es soberano” es un atentado a los conceptos más básicos de la democracia. El pueblo ya ha votado; y ahora parte de ese pueblo quiere hacer una nueva votación que no está contemplada en las normas jurídicas, ergo primero deben lograr consensos políticos para modificar esas normas y hacer posible la votación. Punto.
El justificante moral del independentismo es que su voluntad de consulta choca contra el muro de intransigencia del gobierno nacional y por ello se ven obligados a hacerla de esta manera, a las bravas…. O sea, que como el Gobierno Central no atiende mis peticiones me salto las leyes y hago lo que me da la gana porque mi empeño está por encima de todo.
¿Perdona? ¿Qué el Gobierno Central no atiende tus peticiones? ¡Pues bienvenido al club! En estos momentos en España hay cientos de colectivos (a nivel poblacional, profesional o social, los hay de todo tipo) que ven cómo el Gobierno Central no atiende sus peticiones, muchas de ellas muy justas, y no por ello empiezan a delinquir (si, saltarse la ley es cometer delito) tan tranquilos.
Los habitantes de lugares como Extremadura o Galicia claman por unas conexiones ferroviarias dignas y acordes al resto del país, pero el ejecutivo no mueve ficha al respecto… y no por ello la gente se dedica a volcar trenes o incendiar autobuses.
Los autónomos queremos pagar una cuota más justa y acorde a nuestros ingresos y pasan de nosotros… pero no por ello dejamos de ingresar en Hacienda nuestros impuestos, ni nos sentimos moralmente justificados a hacerlo.
Los investigadores y científicos de todo el país demandan más inversión en un área vital para el desarrollo económico y social, pero en su lugar sufren recortes… aun así no se les ocurre abandonar sus puestos de trabajo (muchos públicos) ni envenenar el sistema de agua potable con un virus que sólo ellos conozcan.
Los educadores y sanitarios españoles piden más personal para poder atender bien a los alumnos y enfermos de sus centros, pero se les ignora presupuesto general tras presupuesto general… no obstante, jamás se les ocurriría curar sólo a la mitad de los pacientes o evaluar a la mitad de los niños.
¿Seguimos? No creo que haga falta… Y esto es así porque en democracia saltarse la ley no es una opción. Y no me vale aludir a la gravedad del asunto, porque el sentimiento nacional no tiene más importancia que salvar vidas, educar buenos ciudadanos o proteger el medio ambiente. Le pese a quien le pese.
Queda, no obstante, otra justificación moral para incumplir las leyes: el argumento de que ya no nos sentimos representados por éstas ni reconocemos su vigencia… Vamos a ver ¿Puede un individuo o, incluso, un partido político decir algo así para justificar la violación sistemática de las leyes en aras del sentimiento nacional? Aunque sería discutible, podría llegar a aceptarse. Sin embargo la pregunta real en este caso es ¿Puede un gobierno democrático hacer una afirmación así para justificar la violación sistemática de las leyes en aras del sentimiento nacional? Rotundamente no.
Los miembros del govern tienen una responsabilidad para con todo el conjunto del pueblo catalán, que les ha concedido el mandato y con quienes contraen un obligación moral y legal de hacer el mejor uso posible de él. Es más que evidente que hay una profunda división social sobre la independencia; nadie puede afirmar que todos los catalanes estén a favor ni de ésta, ni del derecho a decidir (aunque de esto último si que parece que hay al menos mayoría). Nunca, bajo ninguna circunstancia, ni siquiera legitimado en una supuesta mayoría, un gobierno democráticamente electo puede someter al conjunto de la ciudadanía que representa a algo tan grave como infligir la ley. No mientras haya ciudadanos que no persigan ese objetivo. El día que tengan un consenso del 100%, me callo.
Actuando como lo ha hecho, aprobando leyes exprés, evitando que la oposición se pronuncie o haga enmiendas, etc. la mayoría independentista del parlament ha violado todos los fundamentos de la democracia y ha perdido cualquier atisbo de legitimidad ante la comunidad internacional y ante cualquiera con dos dedos de frente.
La gruesa línea roja que trazamos en el suelo separa a aquellos que han decidido saltarse las leyes a la torera de los que no. Independientemente de lo mal que estén actuando ambos.
Hasta que nos leamos.
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