Quentin se pone serio

29 Ene Quentin se pone serio

No escribo casi nunca sobre estrenos de cine, series o programas ni realizo una crítica al uso de ninguno de ellos (Para eso hay un montón de estupendos blogs dedicados a ello) pero esta vez hago una excepción dejándome llevar por mi “Tarantinofilia” y dedicaré unas líneas a comentar mis percepciones tras ver “Django desencadenado” hace apenas tres días. Creo que ha pasado el tiempo justo para haberla reposado y rumiado como merece sin dejar de tenerla aun fresca en la memoria, así que allá vamos.

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Lo primero que diré sobre la película es que me parece un punto de inflexión en la filmografía de su director. Queda por ver cómo se desarrolla su obra a partir de ahora, pero todo apunta (nunca mejor dicho) a que tras “Django” nada volverá a ser igual. La película supone la ruptura con una de las máximas del cine de Tarantino, una de las que le ha ayudado a construirse un nombre en esta industria; y es que, por primera vez en una de sus historias, la violencia ya no mola.

Hasta el momento, el bueno de Quentin se caracterizaba por tener el enorme talento de dotar a los actos de extrema violencia de unas inusitadas dosis de belleza plástica y de humor. Ello se sostenía sobre la sólida base que cimienta todas sus producciones: en las pelis de Tarantino no hay juicios morales, no se pide al espectador que se adentre en las cavernas del comportamiento humano, ni que establezca un código ético o se posicione entre actos de bondad y de  maldad. Allí se va a disfrutar del espectáculo… Así podemos declarar sin tapujos que nos parece genial que Clarence y Alabama traten de rehacer su vida vendiendo una maleta de coca robada (droga que destrozará la vida de pobres inocentes) en “Amor a quemarropa”, o que ojala la banda de ladrones sanguinarios que protagoniza “Reservoir dogs” escapase de la policía, incluso que nos gustaría que un asesino demente se llevara por delante con su coche a un segundo grupo de inocentes chicas en “Death Proof”. A todos nos flipan los hijos de puta que protagonizan “Pulp Fiction” e incluso estamos medio deseando que el cabrón nazi de Hans Landa pille a otro par de judíos sólo para disfrutar de sus brillantes juegos mentales en “Malditos bastardos”. Reconocemos que nos da igual que Beatriz Kiddo hubiera podido ir a la policía con un montón de pruebas para encarcelar a Bill y su banda ¡Nosotros queríamos que los matase a todos de la gloriosa forma en que lo hace en las dos entregas de “Kill Bill”!… Tarantino establece siempre un pacto con sus espectadores, que se resume en que durante tres horas podemos ser todo lo bestias que queramos sin que nadie se sienta mal por ello… hasta ahora.

Porque éste es, para mi, el mérito de “Django” y el principal punto de giro dentro de la carrera del director. Por primera vez la violencia, los tiros y puñetazos duelen… por primera vez los malos te caen mal y ves el terrible dolor y sufrimiento que generan sus actos. Por primera vez su historia remueve conciencias hasta el punto en que algunas de sus impactantes secuencias de acción se te hacen poco digeribles y apartas la mirada en lugar de regodearte como hasta ahora hacías (Esto sucede sobre todo en la pelea de mandingos y en la de los perros). Por primera vez Quentin se pone serio.

En el oeste, los negros no tenían derecho ni a montar a caballo.

En el oeste, los negros no tenían derecho ni a montar a caballo.

Y ello conlleva sus pros y sus contras. Como provecho principal es que el resultado es una obra adulta y maravillosa que aborda un tema poco tratado de una forma inteligente, realista, tan cruda como sensible y exquisita. Como contrapartidas más acuciantes nos encontramos con que por al camino se pierden algunas de las señas de identidad del estilo del director.

Y es que si algo no satisface de “Django” es eso, que estábamos acostumbrados a ciertos “must” tarantinianos y al no encontrarlos aquí uno se descoloca bastante. Me estoy refiriendo a los brillantes trucos narrativos a los que tanto partido sabe sacar, a los personalísimos planteamientos de cámara que nos suele ofrecer y, especialmente, a los brutales diálogos marca de la casa que te dejan agarrado a la butaca del cine. No acierto a saber si esta renuncia ha sido voluntaria u obligada, si es que el parir una película con un calado temático y social como nunca había logrado le ha dejado exhausto para las “frivolités” o si, por el contrario, es un nuevo y perverso juego del director; como si pensase “Sé que estáis esperando que en la conversación de la cena Di Caprío suelte una originalísima teoría sobre la supremacía blanca y la sumisión negra… pero no, ahora os vais a conformar con la explicación pseudo-científica que daría un terrateniente paleto de la América profunda en 1875”. Eso sólo él lo sabe; pero a mi me da la impresión de que el pobre es humano y, al fin y al cabo, esta vez no lo ha conseguido.

Valga aclarar que con esto no quiero decir que la película no parezca de Tarantino. Esta llena de violencia soberbiamente plasmada, de ingeniosos diálogos, de humor en situaciones muy peliagudas, etc. Pero en dosis menores a las que suele producir el aclamado director y guionista.

Siguiendo con los puntos débiles, me da la sensación de que “Django desencadenado” tiene uno de los guiones más flojos de su filmografía: creo que es la primera vez que detecto fallos y McGuffins  de los que solemos tirar los escritores para hacer avanzar la acción sin pararnos mucho tiempo a explicarlo o atarlo todo. Hasta la fecha sus tramas podían presumir de ser de hierro, historias perfectamente armadas que resistían el más exhaustivo de los análisis. En “Django”, sobre todo en la primera hora de película, si que ves atajos y remiendos poco lucidos pero necesarios para llegar a la parte suculenta de la obra. No pasa nada, pero que tu protagonista sea un superdotado del disparo por naturaleza es más facilón que mostrar su aprendizaje (Aunque luego lo justifique un poco con el “uno entre diez mil”); que le salga un benefactor dispuesto a ayudarle en todo sin recibir nada a cambio es más sencillo que lograr valerse por sí mismo (Hecho curioso éste del Doctor King Shultz, quizá el primer personaje idealista que escribe Tarantino en su carrera); que Django sepa identificar a los tres mejores luchadores de la plantación sin tener mucha idea del asunto es de lo más conveniente… Quentin lo sabe y por eso pasa de puntillas por muchas de estas escenas, colocándolas antes o después de grandes golpes de efecto, porque es un buen director y sabe que el sigilo es la única forma de salir airoso de estos embrollos. Más que estos puntos sin justificar, lo que me machacó fue una escena (la de Shultz explicando sus planes a Django) en la que nos expone verbalmente el conflicto principal para a continuación volver a explicarlo con acción y de manera mucho más brillante ¿Para qué entonces toda la primera conversación si ya íbamos a deducir lo que Shultz quiere de Django en cuanto le revelase quien es al Marshall? Es este caso, se olvidó por el camino la vieja máxima de Lubitsch: “Deja que el espectador sume dos y dos… te querrán siempre”.

La escena en cuestión. Un error de novato.

La escena en cuestión. Un error de novato.

Otra flojera del guión llega con el tercer acto, que no aporta demasiado al espectador más que la mera satisfacción de ver al prota cumplir su misión: No hay Hitlers acribillados a tiros, nadie se entera de que el tío por cuya defensa a matado a sus amigos es un poli infiltrado, no hay un inteligente cambiazo de maletines con dinero… ni rastro alguno de sorpresa o de evolución personal, tan sólo la consecución de un objetivo externo. Esto ya pasaba en “Kill Bill vol. 2” pero con un clímax infinitamente más potente y bello. Mi última queja se centra en los prescindibles planos de la esposa de Django a lo largo de toda la película: como si el espectador fuera tonto, se decide que hay que recordarle cada veinte minutos porqué el protagonista hace lo que hace colocando un plano subjetivo de recuerdos… nunca entenderé esta manía que en tantas películas se repite.

Por no restarle méritos, hay que decir que Tarantino sigue sabiendo elaborar sabiamente los equilibrios entre personajes, que se dimensionan unos sobre los otros: Django se ve como un paleto frente a Shultz, pero éste también queda como un mindundi al lado de Candie. Además en un mundo que se nos presenta con un esquema básico de negros = víctimas y buenos frente a blancos = verdugos y malvados, el director tiene la inteligencia de llevar su historia a los grises haciendo que el mejor amigo del héroe sea blanco y que su mayor antagonista sea negro. Y he aquí otra de las mayores virtudes de la película: el no casarse con nadie y reflejar la realidad tal cual era… hay que ser muy valiente para mostrar que había negros que jodían a otros negros sólo por salvarse ellos (Como Samuel L. Jackson, genial en su interpretación) y hacerlo de forma que uno incluso entienda que se pueda llegar a ello (Como con los mandingos, que al igual que los gladiadores de Roma, se entregan al asesinato con tal de lograr una vida mejor y ser tratados como «estrellas»).

A niveles más puramente formales, decir que el talento del director le hace plantear un western original cuando más difícil lo tenía. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de sus películas ya tienen muchos componentes del cine del oeste extrapolados a otros géneros y que repetir la fórmula le hubiera llevado a acercarse peligrosamente a Sergio Leone, Tarantino hace bien en rehuir de la estética más clásica y llevarnos a un Texas de montañas nevadas y suelos enfangados, en valerse de plantaciones de algodón en lugar de desiertos y cactus y en no abusar demasiado de su adorado Morriconne, consiguiendo, empero, que la música vuelva a brillar y adquirir protagonismo en la narración. Aunque personalmente no comulgo tanto con los estilos elegidos, hay que reconocer que introducir el Hip Hop en el salvaje oeste es tan brillante como hacer que suene flamenco durante una pelea de katanas… chapeau.

Como siempre, el material promocional es espectacular.

Como siempre, el material promocional es espectacular.

Hasta aquí el largo, y espero que ameno, análisis… concluiré resumiendo que “Django desencadenado” me ha gustado por lo que he sentido como espectador, por parecerme un paso adelante del director y por lo ofrecerme cosas nuevas dentro de su cine. Pero no me ha entusiasmado como muchas de sus anteriores obras… espero que en la próxima sume lo bueno nuevo y lo bueno antiguo para firmar su mejor película.

 

Hasta que nos leamos.

Javi Jáuregui
javijauregui@gmail.com
No Comments
  • Pilicantabria
    Posted at 20:21h, 29 enero

    Muy interesante

  • Ignacio
    Posted at 10:48h, 03 febrero

    Creo que esto te va a interesar: http://www.sumacultural.com/201301209319/liberen-a-tarantino-de-las-garras-de-hannah-arendt

    Es, precisamente, una defensa de Tarantino desde la amoralidad esteticista, defensa que, como bien has detectado, valía hasta ahora.

    Pero Quentin ha decidido jugar con los mayores, y siento decir que queda como un patán hablando de vinos. No le negaré la posibilidad de evolucionar, pero creo que no tiene los mimbres: lo tengo por un tipo pequeño con un talento sobrehumano. Su despertar al mundo moral es torpe, escaso y parcial. Al final todo se resuelve con una matanza sádica, como en cualquier edición de Yo soy la Justicia.

    Lo veo en una encrucijada muy difícil, a ver por dónde nos sale.

  • Diego
    Posted at 16:17h, 11 febrero

    La película es inmoral. Tarantino, autor de 3 obras maestras como Reservoir Dogs, Pulp Fiction o Jackie Brown, lleva más de una década, desde Kill Bill, filmando películas execrables. Ésta lo es.

    Si existen películas solomillo, entrecot, chuletón, filete y hamburguesa, Django es una hamburguesa, muy bien condimentada, pero una hamburguesa.